Las democracias
occidentales se resquebrajan por la crisis, pero no solo por la económica, sino
por la crisis de principios y valores. Considero que la Guerra de Iraq fue un
punto de inflexión importante en este derrumbe de valores porque reveló que
EE.UU., la democracia por excelencia, estaba dispuesta incluso a fabricar
pruebas falsas para consumar una venganza irracional, ante los atentados del
11S. La Guerra de Iraq reveló, además, que ante la llamada del Imperio los
demás países y socios podían taparse la nariz y hasta los ojos. De nada
sirvieron las manifestaciones a nivel mundial contra una guerra ilegal, inmoral
que solo ha dejado más muerte y más terrorismo que el que pretendía evitar.
A este
desafortunado evento y conjuntamente, se desarrolló otra guerra en Afganistán contra
un enemigo más difuso; después de 10 años, de innumerables víctimas colaterales, miles de
millones de dólares (mal) empleados, un comando de élite logra ejecutar a Bin Laden
de forma extrajudicial, violando un precepto básico del derecho internacional. Es
el fin que ha justificado todos los medios y todas las víctimas. Todo vale.
Las “primaveras
árabes” sorprenden a las democracias occidentales que no se esperan que los pueblos
oprimidos y seguidores del Islam salgan a las calles a derrocar a sus tiranos;
caen algunas dictaduras, incluso algunas dictaduras democráticas, como al de
Egipto, que durante años había sido amparada por occidente. Pero en Libia,
Gadafi se niega a correr la suerte de Mubarac y planta cara a occidente. Esta
vez, la OTAN decide proteger al pueblo libio del tirano, -otrora amigo de todos
los países que se unieron para bombardear Libia-, y después de meses de asedio,
apoyando a los rebeldes, Gadafi es ejecutado extrajudicialmente y las imágenes
de la ejecución recorren el mundo. La señora Clinton se siente reconfortada y
Obama advierte que ahora el mundo es más seguro sin Gadafi. La Ministra de
exteriores de España, celebra el “fallecimiento” de Gadafi… quizás porque
llamarlo por su nombre sería políticamente incorrecto. Las democracias occidentales
no condenan una ejecución extrajudicial; al contrario, la celebran.
Palestina
toma otro camino: exigir ante la ONU su reconocimiento como estado. EE.UU. e
Israel lo impiden porque tienen derecho de vetar todo lo que no les guste, pero
Abbás sale reforzado ante su pueblo y ante el mundo y la ONU se parece cada vez
más a un parque temático, una especie de Disneyland internacional, donde EE.UU.
y los países con derecho a veto tienen la llave del carrusel y de la montaña
rusa. Pero Abbas deja claro que no piensa cejar en el intento. No hay vuelta
atrás.
Ayer la
UNESCO, después de una votación democrática, admite a Palestina como miembro y
EE.UU e Israel, de forma inmediata, retiran los fondos con los que apoyan a
esta organización. Esta actitud hostil y antidemocrática es la enésima señal de
fragilidad de los principios que habrían de inspirar una democracia
norteamericana que nos han vendido siempre como modélica; una democracia capaz
de hacer todas las guerras que sean necesarias para imponer un sistema
democrático donde no lo hay, pero que se muestra incapaz de aceptar el
veredicto de la UNESCO.
Fidel
Castro debe estar que no cabe en su chandal Adidas de indignación ante tanta
hipocresía occidental y nos dirá algo muy pronto al respecto en el Gramma; Mahmoud
Ahmadinejad se
revuelve en su alfombra persa de júbilo ante este festín que le pone en bandeja
EE.UU. El Assad respira tranquilo porque sabe que ni EE.UU. ni la OTAN se
atreverán con Siria, porque se puede “afganizar” todo Oriente Medio.
Si las
guerras no sirven para implantar democracias y tampoco sirve pedir democráticamente
en la ONU el reconocimiento del estado palestino después de décadas sufriendo
el acoso sin piedad del estado de Israel y si EE.UU. tampoco puede aceptar el
resultado de una votación democrática en favor de la pertenencia de Palestina a
la UNESCO, podrían explicarme ustedes, señores Jefes de estado, señores del universo, ...
¿Qué alternativas nos quedan?
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